La Marxa, 17.10.03

Influir sobre la relación entre perro y niño (artículo 1 de dos)

A medida que el bebé va creciendo, empieza a gatear y al poco tiempo a andar. No se está quieto y lo toca absolutamente todo. Toca lo que para el perro está prohibido tocar, gatea o camina donde para el perro está prohibido estar y se sube donde también está prohibido. Visto desde el punto de vista del perro esto no es justo. Hasta ahora iba aguantando bastante bien a esta nueva criatura que sus amos habían traído a casa con sus llantos y su enorme absorción de atención. Pero cuando llega la edad que el bebé comienza a caminar inseguramente y repetidas veces se da la situación del perro durmiendo tranquilamente y el niño lo pisa, lo “atropella” o se cae encima despertándolo con un susto enorme, o cuando el niño lo empieza a investigar como si fuera un objeto más metiéndole los dedos en los ojos, estirándolo de las orejas, las patas o la cola, abriéndole la boca forzadamente o a perseguirlo por todas partes aunque el perro repetidas veces intenta esquivar marchándose por ejemplo a su cesta, realmente es el momento de estar muy al tanto de la evolución de la relación entre el perro y el niño.

Dicha relación puede llegar a ser verdaderamente única, pero hay que ver el mundo a través de los ojos del perro, también. Es imposible que en algún momento el perro no sienta celos o no se sienta apartado (aunque no lo esté). La manera de hacerlos coger mucho cariño mutuo es procurar que el perro siempre asocie el bebé con alegría, diversión y cariño. O sea, cuando el amo viene o pasa por delante del perro con el bebé le saluda al perro muy alegremente, pero cuando viene o pasa el perro sin el bebé no le dice nada el perro. Cuando se acerca el bebé al perro el amo se acerca sin quitarle el protagonismo al bebé y lo alaba muchísimo pero de una manera tranquila al perro para que no se levante sino se quede y disfrute de las caricias mutuas del bebé y del amo. Cuando el amo sale a jugar a la pelota con el perro, lleva al bebé y primero el niño tira una pelota (cortita) después le amo tira una y así se van intercambiando. O si hay que darle al perro lo que ha sobrado de la comida, pues se lo da el bebé. El perro no le morderá. Todos los perros sanos de la cabeza saben distinguir a la perfección entre manos humanas y comida. El perro ve que el bebé toma parte en las cosas agradables y divertidas y le va aceptando poco a poco hasta poder llegar a quererlo profundamente. Hasta se han dado casos que el niño y el perro se han querido tanto que quien se ha quedado sintiendo celos ha sido el amo/el padre/la madre!

Seguiré hablando de este tema el mes que viene.

 

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